El viaje que realice por Rusia me llevo a tres ciudades, de las que quiero resaltar su arquitectura principalmente, y que fue lo que más me atrajo de ellas. La primera es Moscu. La ciudad impresiona por su majestuidad y sus amplias plazas y avenidas. El simbolo y emblema de la ciudad es la iglesia de San Basilio. Con sus cupulas en forma de cebolla dan ganas de envolverla y llevarsela enterita de recuerdo.
El interior es totalmente diferente, con acceso por escaleras de caracol estrechos y salas pequeñas destinadas al culto ortodoxo. La iconografía es digna de ver, al igual que el precio que te cobran por entrar. De esto nadie se escapa en la costosa y cara capital rusa.
Otra de las joyitas arquitectonicas de la capital rusa son sus estaciones de metro. Esta de la imagén corresponde a una estación centrica que conecta muchas líneas, y que sería algo muy parecido a Sol. Se llama Pushkinskaya. Observar las impresionantes arañas con candelabros que decorán los techos de los andenes, techos en boveda con curvatura y con relieves pintados o adornados con pequeños azulejos, y que representan motivos y escenas de la Rusia zarista y el esplendor del art noveau de comienzos del siglo XX.
En estas dos fotografías, os muestro más reseñas arquitectonicas de la ciudad. Una es la plaza Maneznaja, y la otra es el Museo de la Historia, situado en la plaza roja. Maneznaja es una plaza rodeada de jardines y debajo de la misma hay un gran centro comercial, cuyo uno de sus lucernarios es el que se ve en la foto rodeado de fuentes. La vida de los moscovitas, debido al intenso frío, nieves y heladas, se hace bajo el resguardo de centros comerciales bien calentitos que entraman las profundidades de la ciudad. Del museo de la historia, nos quedamos con su arquitectura de ladrillo rojo y tejados de latón y metal. Como siempre un buen cordón de policias salvaguardan el edificio y cualquier emblema de la ciudad. No es extraño verlos.
St. Petersburg es una ciudad más abierta que su homologa Moscu. Siempre ha tenido mayor apertura comercial con sus vecinas Helsinki y Tallin, a través del golfo de Finlandia. La cultura y su sociedad es más liberal, más capitalista, pero a la vez quizas más provinciana que la moscovita. Considerada como más snob y posh.
La arquitectura en la ciudad esta favorecida por sus edificios clásicos y neoclásicos, del último periodo Zarista. La aristocracia y la corte zarista del zar Nicolas II, siempre considéro a St. Petersburg como la autentica capital de la poderosa Rusia, y allí se establecío la corte durante grandes períodos de la historia. Alrededor de la ciudad y en ciudades como Pushkin, se establecierón palacetes de verano y de caza, que utilizaban los principes y las clanes que rodeaban a la familia real como residencias de verano, ocio y actividad social; alejados de los verdaderos problemas de los campesinos y mineros del país. Las joyas, las fiestas y el lujo de esta clase social, ocultaban el hambre, la pobreza y el frío que sentian millones de rusos en los comienzos y durante el progreso de la revolución industrial.
Pero el verdadero emblema de la ciudad es el museo del Ermitage. Una verdadera obra de arte tanto dentro como fuera.
Su fachada neoclásica, con los colores blancos de sus columnas y el tono verde prado de su fachada, albergan una de las mejores y mayores colecciones de arte del mundo, sin duda alguna pocos son los museos en el mundo que igualan o superan la alta calidad de esta pinacoteca.
Os dejo con algunas fotos de la perpectiva paisajista de la ciudad, sobre todo sus canales y fachadas de edificios que ocupaba la burguesia.
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