Desde el mismo pueblo de Bandipur, partimos hacía las colinas que bordean su contorno, para tras una pequeña subida, ir bajando y alcanzar las riberas del río Seti, en donde comenzabamos el rafting.
La caminata que hicimos, bajo un sol justiciero fue muy entretenida, ya que nos ibamos encontrando con paisajes de valles, laderas verdes y arrozales y campos de mijo que ofrecen una particular idea de la económia agricola dosmestica que tiene este pequeño país en cualquiera de sus parcelas cultivables.
Además fuimos disfrutando del encanto de las aldeas que cruzamos; cuyas étnias nos veían con extraños ojos. De aquellos que jamas han divisado a un occidental en esos parajes tan reconditos. El sol, el sudor y una fuerte y copiosa concentración de polenes y gramineas, me dejarón una constante sensación de alergía, con picor de ojos y estornudos, que no desaparecio hasta el primer remojo en el río, pero son las pequeñas adversidades que se suelen tener en los viajes por el mundo.
Estas gentes tan sencillas, a veces hospitalarias y otras timidas, nos ofrecian su sonrisa y lo poco que pueden de sus costumbres y hospitalidad. Son gente noble no contaminada aún por las necesidades capitales y la globalización.
Y llegamos al río. Aquí almorzamos y nos pusimos los cachibaches para afrontar el raft, que duraría tres jornadas, hasta desembocar en el río Trisuli. Entre los cachibaches, el chaleco, el casco, el bañador, la pala y las sandalias de goma.
El Seti, en este tramo, no es complicado. A mi me parecio un rafting sencillo, de esos de disfrutar, pero sin la adrenalina de otros raftings que he hecho. Tan solo un par de rapidos de orden 3, pero que no erán muy exigentes.
Ahora sí. Las playas del Seti en donde montamos nuestros campings, nuestras fogatas y nuestras reuniones con charletas nocturnas a la luz de un cielo estrellado inmaculado, fuerón sensacionales. Incluso las aguas del Seti, son de un color y una calidez, muy recomendables para pegarse un buen chapuzón y dejarse llevar por su corriente.
Una de las anecdotas que más me gustarón fue cuando una niña de las aldeas cercanas al río, nos pinto la tika, y nos coloco la guirnalda de flores elaborada por ella. Todo ello, con motivo de uno de los días de la celebración de la Tihar. En concreto el día de los hermanos. Suele ser tradición que las hermanas regalan algo a sus hermanos y pintan la tika.
Y despues de la parte más aventurada del viaje, ahora nos toca relatar el tramo de Chitwan, pero eso lo dejamos para el siguiente cápitulo, que escribiré en breve.
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