VIAJES: Chichicastenango y Lago Atitlan (Ruta Maya III)

La penúltima etapa de mi periplo maya, fue la ciudad colonial de Chichicastenango. Me aconsejarón ir en jueves, por su peculiar mercado callejero y la atmosfera que lo envuelve. Eso fue lo que hice.

Uno de los edificios más singulares de esta ciudad enclavada entre montes abruptos de origen volcanico, es el antiguo palacio del virreinato español, hoy reconvertido en parador y hotel para guiris norteamericanos y europeos del norte y centro de Europa. El patio interior trae recuerdos del barroco y del siglo de oro español. Pero en esta foto he querido representar el emblema de la ciudad, su catedral, de estilo barroco y siempre blanqueada con cal.

Lo mejor es echarse a andar y callejear, para perderse entre sus callejuelas atiborradas de gente y tenderetes, y contemplar uno de los alimentos básicos de la dieta guatemalteca y que no falta en cualquier comida, las tortitas, que su ingrediente principal es el maíz; y eso es lo que se ve en esta fotografía. Sacos de maíz como aliemento base de la cultura maya y de estas tierras.

Los mercados siempre me han atraído mucho, ya que son un fiel reflejo del modo de vida de la población. En este, se ve como los indigenas comercian con todo lo posible. No es de extrañar ver a chamanes, curanderos, vendedoras de pavos, gallinas o cerdos. Todo vale, y siempre se regatea. Los colores de las ropas de las mujeres, los niños correteando y sobretodo las voces y sonidos del enjambre del mercado, bajo el calor y la sombra de los toldos, son la estampa más real de la vida guatemalteca en Chichi.

Me despido de Chichi, tras haberme mezclado entre las gentes y disfrutado con los aromas de la villa, no sin antes obsequiaros con el arco iris de colores de su cementerío, los toldos de sus puestecillos y otra iglesia venerada por la profunda fé catolica (legado de los españoles) que procesan estas gentes.

Por la tarde pongo rumbo a Panajachel, pasando antes por Solola. Bordeando la carretera que baja al pueblo, se divisa el lago Atitlan, rodeado de volcanes. Dicen y cuenta que este lago patrimonio de la humanidad, es el más bonito del mundo.

Al llegar me apresure a recorrer su calle principal hasta la orilla del lago, desde donde pude quedarme en silencio y embriagado por el paisaje del atardecer. La tarde era nublada, pero eso no impidio disfrutar de la imagén del volcán Atitlan al fondo, desde uno de los muelles.

Al día siguiente, tras una buena cena de la zona, contrate un tour de estos (algo turístico, prefiero la aventura viajera y no preparada) por el lago, en embarcación, disfrutando desde la popa con las vistas y desembarcando en diferentes poblaciones costeras al lago, como son San Pedro, Santiago y San Antonio de Polopo. En todas ellas, las gentes son entrañables, amistosas, algo timidas y muy muy creyentes. Los niños disfrutando de un baño son una imagén y semblanza de la humildad y alegría que les carazteriza.

Dejo atras Atitlan y su entorno rumbo de nuevo a visitar a Suzzette en Guatemala ciudad, y pasar el último fin de semana en la ciudad antes de emprender la marcha a España, sin no dejar constacia de mi cariño por este pueblo hermano y mi grato recuerdo de lo bien que me ha tratado. Esto es todo amigos.